De San Martin, en Mendoza, se cuentan mil historias. Son algo así, como un secreto hereditario, que va quedando de generación en generación. Es el relato de boca en boca, que se repite en la rueda de amigos, en la fiesta familiar, en el recuerdo de los más viejos. Cada uno que lo cuenta suele agregarle y vestir la historia de distintos colores y matices. En este caso, yo, no estoy excento de tal afirmación.
El general preparaba el ejercito en su campaña libertadora. Mendoza por aquel tiempo era un bullicio de sueños revolucionarios y patrioticos.
Muchos anónimos fueron parte importante de esta hazaña. Hombres humildes sin conocimiento militar, mujeres heroinas que entregaban a la nación sus hijos y su esfuerzo, familias acomodadas que daban parte de su fortuna, algunas veces de buena gana y otras no tanto, atropelladas por la exigencia del gobernador de Cuyo.
Entre estás últimas, se encontraban unos gallegos, que vivian, donde actualmente se encuentra el edificio del correo en la ciudad de Mendoza ( San Martin y Colón).
San Martin, solia pasar seguido por allí, lo acompañaba siempre parte de su oficialidad. Cuentan que el general, entraba solo, por la tranquera que daba a una inmensa casona, rodeada de sauces y plantas de granada.
En la sombra de un espacioso patio, era agasado con unos mates y alguna rosquilla española, llamada "cariño botao".
Las reiteradas visitas, parece, alentarón la esperanza de la familia: que San Martin, los visitara atraido por una bella señorita.
Un tipo apuesto, reconocido, de excelente carácter, aunque un poco fuerte, parecia haber deslumbrado a la prole gallega.
Un buen día, en una charla, el general comento de su esposa, y el respeto y afecto que sentia por su joven mujer. Al despedirse, cuando caminaba hacia la salida, la chica en un rapto, se supone de celos, tiró al piso, la bandeja con rosquillas.
Los oficiales que esperan afuera, vierón con detalle, tal situación, la que comentarón con Don José.
A partir de ese hecho, cada vez que pasaban por aquel lugar, no faltaba el comentario de algún oficial, que a manera de chascarrillo, le decia a San Martin: " pensar mi general, que aqui tiene usted, un cariño botao".